viernes, 19 de marzo de 2010

DESDE EL QUINTO PISO

Con Exactitud

No explicaba ella el malestar que le incomodaba

Y la hacía sentir por primera vez en su vida

Tan vulnerable.


Las escaleras, los pasos,

Los mismos protagonistas.

El mismo escenario.

Un argumento diferente

Del cuento que ambos

No querían dar final.


Situados en el vacío

Relativamente amplio,

Los dos tan cerca

En hileras que se unían en una sola voz.

Estaban allí,

Escapando de nuevo el uno del otro,

Pero más uno que el otro.

Evitaba un saludo formal y cercano,

Esa era ella, por supuesto.


Una sonrisa,

Una movida de mano

Que para él era gloria eterna

Para la chica situada a dos filas de distancia

Era el consuelo de evitar tenerlo cerca de sí.


Sin embargo, hay encuentros inevitables

Como los que se dan en las noches de música encantada.

Él la esperaba como de costumbre

Refugiado en la clandestinidad

Ella evadía a muchas personas para poder salir.

Pero a la salida,

Estaba otra vez él.

La indiferencia y evitar el saludo

No funcionarían en ese instante

A tan sólo centímetros de distancia.

Quizá por magia divina o simplemente por gracia

Ambos se habían encontrado en el principio de un quinto piso

Sin terminar.


Ella lo saludo

Con un beso en la mejilla

Que grabó el instante,

Él se acercó a ella

E inició la conversación como nunca antes lo hizo.

Se quedaron mirando desde rejas que los encarcelaban

Y les impedía a ellos apreciar a los demás

Ir y venir en el patio

Que antes fue escenario de mil encuentros inconclusos.


Ella sonreía de rato en rato.

Él grababa las sonrisas en el disco duro que no quería formatear.

La invitación a bajar hacia el patio era obvia,

Pero ninguno de los dos

Quiso proponerla.

Los minutos pasaron sin que se dieran cuenta

Que ambos

Estaban mirando lo mismo,

Sin mirarse como tantas veces lo habían planeado.


Se despidió de él,

Y él quiso prolongar la despedida,

-te acompaño- le dijo,

Y ella se sintió halagada por la compañía.


Los cinco pisos se escurrieron entre

Sus pasos

Que no dejaban eco en los oídos de los demás

Sólo en los suyos.

Cada tema surgía sin que ambos lo propusieran.

Pero los escalones eran demasiado cortos para los dos.

El camino escalonado se terminaba

Y ambos tocaron suelo otra vez.


Allí la despedida era inevitable.

Una escolta la esperaba a ella

Y ella evitaba que dicha escolta lo observara a él.

Al final del pasillo la mejilla rozó la eternidad

De un adiós que se hizo más corto que los cinco pisos.

Ella le volvió a sonreír y él repitió el gesto,

Al menos hasta que un grito los sacó de

La burbuja de aquella historia sin final

Y los regresó a la realidad

Aquella fría y vacía realidad

Que envolvía sus rutinas

Y que hacía más prolongada la distancia

Que ellos no querían remarcar

Al menos en esos instantes a solas.

No en esos instantes.